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Os dejo con una reflexión
de Jorge Bucay, que espero que os guste y os haga pensar.
Feliz comienzo de
semana.
"Me acuerdo
siempre de esta escena:
Mi primo, mucho más
chico que yo, tenía tres años. Yo tenía uno doce...
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Estábamos en el
comedor diario de la casa de mi abuela. Mi primito vino
corriendo y se llevó
la mesa por delante. Cayó sentado de culo en el
piso llorando.
Se había dado un golpe
fuerte y poco después apareció un chichón en la frente.
Mi tía que estaba en
la habitación corrió a abrazarlo y mientras me pedía que
trajera hielo le decía
a mi primo: Pobrecito, mala la mesa que te pegó, chas
chas a la mesa...,
mientras le daba palmadas al mueble invitando a mi pobre
primo a que la
imitara... Y yo pensaba: ¿...? ¿Cuál es la enseñanza? La
responsabilidad no es
tuya que eres un torpe, que tienes tres años y que no
mirás por dónde
caminás; la culpa es de la mesa. La mesa es mala.
Yo intentaba entender
más o menos sorprendido el mensaje oculto de la mala
intencionalidad de los
objetos. Y mi tía insistía para que mi primo le pegara a
la mesa...
Me parece gracioso
como símbolo, pero como aprendizaje me parece siniestro:
tú nunca eres
responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro,
la culpa es del
afuera, tu no, es el otro el que tiene que dejar de estar en tu
camino para que no te
golpees...
Tuve que recorrer un
largo trecho para apartarme de los mensajes de las tías
del mundo.
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Es mi responsabilidad
apartarme de lo que me daña. Es mi responsabilidad
defenderme de los que
me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo
de lo que me pasa y
saber mi cuota de participación en los hechos.
Tengo que darme cuenta
de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para
que las cosas que me
pasan me pasen, yo tengo que hacer lo que hago. Y no
digo que puedo manejar
todo lo que me pasa sino que soy responsable de lo
que me pasa porque en
algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que
suceda. Yo no puedo
controlar la actitud de todos a mi alrededor pero puedo
controlar la mía.
Puedo actuar libremente con lo que hago. Tendré que decidir
qué hago. Con mis
limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con
todo lo que sé y
aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor
manera de actuar. Y
tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que
conocerme más para
saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme
tanto como para
privilegiarme y saber que esta es mi decisión. Y tendré,
entonces, algo que
viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad: el coraje.
Tendré el coraje de
actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el
precio. Tendré que ser
libre aunque a vos no te
guste. Y si no vas a quererme
así como soy; y si te
vas a ir de mi lado, así como soy; y si en la noche más
larga y más fría del
invierno me vas a dejar solo y te vas a ir... cierra la puerta,
¿ves? porque entra
viento.
Cierra la puerta. Si
esa es tu decisión, cierra la
puerta. No voy a
pedirte que te quedes un minuto más de lo que tu quieras.
Te digo: cierra la
puerta porque yo me quedo y hace frío. Y esta va a ser mi
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decisión.
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